¡Hola a todas y a todos! En este nuevo artículo del blog me gustaría hablaros sobre las heridas emocionales de la infancia y en cómo nos pueden influenciar en la edad adulta.
¿Cómo influyen las heridas emocionales de la infancia?
Las heridas emocionales de la infancia predicen, en la mayoría de los casos, cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Estas heridas actúan como “lesiones” mal curadas y nos impedirán llevar nuestra vida de la mejor forma posible.
¿Cómo podemos lidiar con las heridas emocionales?
Es importantes detectarlas para poder trabajar en ellas, por lo que te dejo aquí diferentes formas en las que las heridas psicológicas suelen evidenciarse: sintomatología ansiosa, sintomatología depresiva, pensamientos obsesivos, rumiación, problemas de autoestima, problemas del sueño, actitud defensiva, miedos, etc.
No es fácil lidiar con esas marcas que se originaron en edades tempranas, en esas primeras etapas de la vida en la que un niño carece aún de estrategias personales para manejar y entender ciertas dimensiones.
Según Lise Bourbeau es muy común que existan en nosotros 5 tipos de experiencias dolorosas o heridas emocionales de la infancia que dejan unas señales en la personalidad y os las explico más en profundidad a continuación:
La herida del abandono
La soledad será el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Por lo tanto, es común que en la edad adulta se experimente un constante temor a vivir de nuevo esa carencia. De ahí que aparezca, por ejemplo, la sintomatología ansiosa, dependencia emocional, temor limitante a experimentar una vez más ese sufrimiento, etc.
Herida del rechazo
Haber vivido o percibido un rechazo en la infancia implica, en muchos casos durante la edad adulta, el rechazo de nuestro interior, es decir, el rechazo de nosotros mismos. También se generan pensamientos de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
En definitiva, la persona que padece miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni comprensión. Si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seremos personas huidizas.
Herida de la humillación
Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican, y destruye la autoestima infantil y genera con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “malvados” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás a modo de escudo protector.
Herida de la traición
La desconfianza en los demás surge cuando el niño/a ha vivido o percibido una traición por alguno de sus progenitores o círculo cercano. Haber percibido que nuestros seres queridos incumplían promesas, no protegían, mentían o no estaban cuando más se les necesitaba, se transforma en la edad adulta en forma de: desconfianza, frustración, rabia, envidia, baja autoestima, etc.
Haber padecido o percibido una traición en la infancia genera en la edad adulta personas controladoras, donde dicho control es una forma de protección para no volver a vivir de nuevo esa herida.
Herida de la injusticia
La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia desmedida genera sentimientos de ineficacia y de inutilidad.
Esta herida se abre cuando la educación que se ha ejercido con nosotros ha sido autoritaria, imponiendo los puntos de vista de nuestros padres, pero sin tener en cuenta nuestras necesidades o nuestros intereses.
Cuando nuestros derechos son vetados o percibimos como tal en la infancia, en la edad adulta tendremos como consecuencia: rigidez, baja autoestima, perfeccionismo, autoexigencia extrema, etc.
Estas 5 heridas pueden hacer que nos acostumbremos a maneras dañinas de gestionar emociones y maneras dañinas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.
Las heridas afectan al presente, pero eso no es lo peor. Lo peor, sin duda, es que sin sanarlas nuestro futuro estará condicionado.
¿Se pueden entonces sanar estas heridas?
De aquí la importancia de este espacio. No, no estamos condenados a vivir con estas heridas abiertas para siempre. Se pueden identificar y trabajar para recuperar esa calma a la que todos esperamos llegar.
¡Somos capaces de hacernos conscientes de nuestras heridas emocionales y evitar maquillarlas!
Es duro el camino, pero para ello estamos a tu lado. No queremos seguir heridos porque cuando lo estamos vivimos de forma constante situaciones que tocan, activan o reabren nuestro dolor y hacen que nos pongamos múltiples máscaras por el miedo a revivir nuestro dolor.
¿Cuáles serían las soluciones?
En el curso se explicarán más detalladamente algunas de las soluciones que nos ayudarán con las lesiones causadas por las heridas emocionales de la infancia. Algunas de estas soluciones son:
1. Acepta la herida como parte de ti mismo, desde la comprensión y la compasión.
2. Acepta el hecho de que huir o protegerte de lo que temes te acaba afectando y dañando a ti mismo y a los demás.
3. Date permiso para revivir aquellas heridas y entenderlas pasando por todo tipo de emociones.
4. Ningún cambio es posible si no nos amamos a nosotros mismos con nuestras heridas emocionales.
5. Date tiempo para observar cómo te has relacionado con los demás y contigo mismo a través de tu herida.
Conclusión
Sanar heridas emocionales es romper lo establecido, es romper con formas de actuar, hábitos, pensamientos y por ello es difícil y lleva su tiempo.
Por eso queremos que recuerdes que, aunque nuestros mecanismos de defensa nos salvaron de niños, hoy en día han dejado de funcionar y nos dañan. ¡Ha llegado la hora de reinventarse! ¡Ha llegado la hora de sanar! ¡Ha llegado el momento de que el dolor no controle nuestras vidas!